Bad Bunny canta Yonaguni mientras una mano extraña me toca el epidídimo
Uno no puede evitar imaginar escenarios posibles, pero todas las puestas en escenas que formé en mi cabeza no se acercaron ni un poco a lo que estaba por experimentar.
Decidí hacerme la vasectomía. Gozo, como reza el término que conocí durante la primera evaluación, de “paternidad satisfecha”. En agosto estaba todo listo para hacérmela, pero, debido a la segunda ola de Covid, la cita para mi intervención se pospuso tres meses.
Esto no mermó mi decisión de practicarme el procedimiento, todo lo contrario: tuve más tiempo de investigar y convencerme de que era lo más conveniente para alguien que ya no quería tener más hijos y que eventualmente (calculo en unos quince o veinte años más) sentará cabeza.
Acostumbrado a las largas esperas de los hospitales públicos, llegué una hora después de la hora citada. Éramos cinco las personas que nos haríamos la vasectomía, así que de seguro tendría un par de horas muertas, durante las cuales podría hacer ejercicios de relajación, leer un poco y quizás conversar unos minutos con alguno de los recién esterilizados. Pero no.
En cuanto llegué a la sala de emergencias alguien me aguardaba en la puerta, ¿Óscar? ¡Vente! ¡Ya te estamos esperando! Aparentemente, tres de los cinco citados se arrepintieron, así que no hubo tiempo de meditación ni de nada.
Seguí a mi Virgilia vertiginosa por los pasillos de Urgencias hasta un pequeño cubículo oscuro donde, a mano izquierda, había una puerta entornada (no servía el picaporte). Pásale por aquí. Quítate toda la ropa. Bueno, te puedes dejar los tenis si quieres. Ten, ponte esta bata por el frente. No te la amarres. ¿Listo? Vente.
Di un brinquito para sortear una pequeña barda que separaba el vestidor de un lavatorio de zinc y entré por una puerta de cristal a la zona quirúrgica. Bastó medio segundo para ver cómo mi escenario mental estilo Grey´s Anatomy se derrumbaba.
El cuartito de un color blanco amarillento estaba iluminado por una luz blanquísima que hacía más angustiante la conciencia de mi semidesnudez. Infructuosamente intentaba mantener cerrada la parte trasera de la bata con mi mano izquierda, mientras encandilado contaba el número de personas en la habitación. Seis. Cinco mujeres y un hombre.
El chico (era bastante joven) canturreaba. No me busque' en Instagram, mami, búscame en casa Pa' que vea' lo que pasa, ey Si tú me prueba', te casa', ey. Acuéstese en la cama con los glúteos destapados. Ese cabrón ni te abraza Y yo loco por tocarte Pero ni me atrevo a textearte.
¿Te quedaste dormido? Ya casi nos íbamos. En la disco habían mil Y yo bailando contigo en mi mente. Intenté contestar, pero la doctora ya estaba en otra cosa. La sensación fría en el trasero, al tocar el vinil negro, desaparecía poco a poco. La inconfundible voz gruesa y nasal de Bad Bunny convivía con la conversación del personal médico. Descúbrase de la cintura hacia abajo Ponga sus manos en una posición cómoda, porque al iniciar ya no podrá moverlas. Aunque sé que no debo Pensar en ti, bebé, pero cuando bebo Me viene tu nombre, tu cara Tu risa y tu pelo, ey. Una enfermera desenrolló un largo trozo de cinta y me fijó el pene en el pubis imberbe, Pégalo bien, ya vez que con el otro se nos soltó. Dime dónde tú está', que yo por ti cojo un vuelo Y a Yonaguni le llego.
Por un rato ―seguramente breve, pero para mí larguísimo― nadie parecía interesarse por mí. Empecé a hacer ejercicios de respiración. El frío del aire acondicionado empezó a sitiar mis piernas y mis testículos. Toda la noche arrodillao a dio le rezo Pa que antes que se acabe el año tú me de´ un beso. Doctora, me enteré de que Sánchez quiere volver. ¿Quién es Sánchez? Sánchez, el que era titular hace dos años. Y empezar el 2023 bien cabrón Contigo y un blunt Tú te ve' asesina con ese mahón Me matas sin un pistolón. Yo fui su interna. Me trataba con la punta del pie. Es un cabrón. Ah, pero a la otra interna, la joven y bonita, ¡a esa la trataba con bombones!¡Así nos tratan a todos los internos! No se crea doctora, es broma en serio. Y yo te compro un Banshee, Gucci, Givenchy.
Acostado, veo algunos rostros de mujer a mi mano derecha, están sentadas esperando instrucciones de la doctora titular. Un poodle, un frenchie El pasto, los munchies. El interno se paró a mi lado izquierdo. Te canto un mariachi me convierto en Itachi. Doctora, se le subió el derecho. Es por el frío (inserte broma aquí). ¿Traemos el guante? Mami, tú ere' aparte Shorty, tiene' un culo bien grande, eh De-Demasia'o grande.
¿Cómo te llamas? Muy bien. Óscar, tu escroto está muy contraído. Vamos a poner un guante con agua caliente por unos segundos para que se relaje, porque tu testículo derecho se subió mucho y nosotros tenemos que trabajar con el conducto entre el espacio del epidídimo y la base del pene, y si está contraído no tenemos espacio para maniobrar y podemos lastimar algo, ¿ok?
Siento el guante caliente en mi entrepierna. Es agradable al inicio, pero después se vuelve un poco doloroso. Me anima un poco que empieza a sonar Karol G feat. mi crush Nathy Peluso. Abro los ojos y veo al interno perreando levemente. Las doctoras y enfermeras ríen. Tú fuiste quien vino por mí A amarme yo no te invité Mirame, decímelo a mí Que hay otra con quien te comés.
Óscar, vas a sentir húmedo y un poco frío, voy a desinfectar el área. Estoy acostumbrado a la caricia de lujuria o de ternura, y este contacto impersonal por unos instantes me transforma en un bulto que respira. A la vez pienso, qué chingón, esta raza se lo pasa bien, es evidente que aman lo que hacen. Las chicas, sentadas, hablan sobre sus planes para el fin. Son jóvenes y hermosas.
Llega la doctora y, por mi derecha, comienza a manipular el escroto. Se me está escondiendo el conducto. No me deja espacio, no lo encuentro, está muy arriba. Siento un poco de dolor. Comienzo a intentar recitar en la mente los poemas que me sé de memoria, técnica que utilicé mientras estuve seis meses en tratamiento odontológico. Esta mañana, te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos. Pero el dolor es punzante. Esta mañana… Ya lo agarré. ¿Ya pusiste lidocaína? Ni modo, voy a tener que soltarlo. Ponme tres miligramos. …sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora, un aire que te cuelga de los ojos y los dientes… ¿Duele? Mama, no estarás llorando por ese mocoso El que se quemó los dedo' por ser un goloso.
Doctora, ¿no quiere empezar por el izquierdo? It's the end, papi. No. Vamos a empezar con éste, nomás porque se puso rebelde. Ahorita lo vamos a agarrar. Ponle otro rato el guante. ¿Cómo pudiste darle una chance a ese gato tan malo? Mire, doctora, ya se bajó. Quedó rojito y flojito. Te pone excusas, de tu confianza abusa.
Ya lo encontré. Hey, no te confundas, tiguera ¿Tenemos las pinzas grandes? Hey, por ese man no vas a llorar. Pásamelas. ¿Y ahora quién dispara? Say something or at least just shut up.
Óscar, vamos a empezar a trabajar con el conducto derecho. ¿Para qué fingir? No hay más nada que decidir. Es posible que sientas un tirón hasta el abdomen. También puedes sentir de pronto como cuando te golpean los testículos. Es normal, no te preocupes. Pero si sientes un dolor demasiado fuerte, me dices.
Lo que siento no es dolor. Es más bien una especie de eco del eco del sentir. Sin embargo, de pronto, un tirón desde lo profundo reestablece la sensación de ser. Algo inaprensible debido a la anestesia está siendo manipulado de tal manera que mi cuerpo reacciona ciegamente a ese origen impreciso de manera violenta y súbita.
Un malestar obtuso recorre mis muslos y sube hasta el abdomen. La náusea, violenta, se instala. Comienzo a sudar frío. La vista se me nubla. Se los digo. Doctora, tráigame el, tráigale el bote de basura, va a vomitar. People say I'm not gonna change, not gonna change. Quítate el cubrebocas, no te preocupes. ¿Quieres ponerte de lado? I know that you like that. Doctor, cuide que no se suelte la pinza. ¿Ya pasó? Can't be tamed, No te pongas el cubrebocas, Óscar, necesito estarte checando el color de los labios. Se puso blanco, doctora. I'm not gonna play.
Cuando una jala el conducto se puede generar esta reacción. En ocho años eres el segundo con el que me pasa. Oh no, I ain't like that Fuck 'em, I'm a wild cat. Respira profundo y retén el aire unos segundos, pero no lo hagas mucho tiempo porque te vas a marear. Ayúdeme a ligar aquí, doctor. Don't ask Why, why, why? ¿Quieres una paleta? Don't be shy, shy, shy. El azúcar te va a ayudar.
Llevo un buen rato sin abrir los ojos. Digo que no, pero igual unos segundos después tengo una paleta en la boca. Alguien, a quien no sé por qué me niego a ver, me está echando aire, imagino que con una carpeta. Estoy mucho mejor. El sudor frío comienza a disiparse. Pienso que somos marionetas, pero que los hilos los tenemos por dentro. Is it love or lust? I can't get enough Don't ask Why, why, why? Intento seguir la idea, pero de nuevo un tirón me regresa a mi cuerpo.
Ya vamos a terminar, Óscar. Seguiremos con el conducto izquierdo. Aquí sí percibo un poco de dolor. Una especie de ardor difuso que se congrega de pronto en un solo punto en forma de punzada. Te vamos a poner un poco más de anestesia, tardamos más de lo normal con el otro y por eso se te está pasando en éste. Doctora, páseme una jeringa. Sí, con dos miligramos nada más.
Esta parte fue mucho más fluida, no tuve náuseas y mi cuerpo ya había recuperado el ánimo. ¿Va a ir a la boda doctora? Si ocupa pestañas ya sabe, mi prima es buenísima y se las deja baratas. No, ya no trabaja ahí. Le quitaron el seguro y se salió. Ahora trabaja en su casa, se llevó a todas las clientas. Salió perdiendo la jefa. Le está yendo súper bien, ya hasta juntó para operarse. Sí, se va a hacer el Mommy Makeover. Se va poner nalgas, se va a levantar los pechos y le van a hacer la lipoescultura. Cantinero mil disculpas Perdone que le interrumpa Pero quiero, sacarme del pecho Sé que no soy el primero Que le viene con el cuento. Le pregunta con quién se va a operar, doctor, yo también ando queriendo. De que el corazón en mil se lo partieron. ¡En unos meses me van a ver llegar con cinturita y bien nalgona! ¡Usted ya está nalgona doctora! Que nomás les den forma. Me dijo Que como a ningún otro me amaría Y que ella sin mí se moriría Y la cabrona sigue viva todavía.
Ya estamos por terminar, Óscar, estamos ligando. Yo pensaba que los conductos se cauterizaban o se suturaban. Cuando me dijo que se ligaban me imaginé que se hacía un nudo con el propio tubo. Había escuchado historias de mujeres a las que les habían ligado las trompas y que salieron embarazadas porque se les desamarraban, No. Los conductos se ligan con un hilo de seda. Si se suturan se corre el peligro de que con un esfuerzo se abran, sobre todo en conductos tan gruesos como los tuyos. La seda, en cambio es muy resistente, no se deshace y, si se hace bien el amarre, es imposible que se deshaga.
¿Quiere ver? Ándele, no se ve feo, casi no le salió sangre, está limpiecito. Doctor, ayúdelo a levantarse. Mire, esto blanco que se ve es el amarre de seda. Éste es su conducto ya dividido. ¡Ajajay, dolor! Quedó bien bonito. Me dijo Que como a ningún otro me amaría Y que ella sin mí se moriría.
Ya terminamos. Doctor, ¿le pone usted la cinta? Usted quédese un rato acostado, Óscar. Yo pensando que me rogaría Pero la sinvergüenza se dio la media vuelta Y no ha vuelto todavía.
Le voy a poner una cinta, no vamos a suturar porque si le ponemos puntos tardarían tres semanas aproximadamente en absorberse. Así se va a curar como una herida normal, como cuando te cortas. En una semana ya estará como si nada.
¿Ya te explicó la doctora cómo te tienes que bañar? Sí, con un bote de yogurt te vas a cubrir el área genital para que no te caiga agua y con la mano libre te lavas el resto del cuerpo. Después, te limpias con una toallita húmeda alrededor de la cinta. Este parche te lo puedes quitar mañana.
Vas a tomar mi brazo para levantarte. Quédate aquí sentado unos minutos. La otra vez una muchacha que le pusimos el DIU se levantó de una y se dio un golpazo, quedó entre el lavamanos y el carrito del instrumental. ¿Listo? ¿Te sientes bien? Mira, estos son tus conductos. ¡Por si te piden pruebas!
En una pequeña tira de cartón, sobre dos pequeños círculos de algodón, estaban los trozos de tubos que transportan los espermatozoides de los testículos al pene. Los pedazos eran mucho más grandes de lo que había imaginado, medían más o menos un centímetro de largo. No pude evitar la tentación de tocarlos. La textura era más parecida a un cable de plástico que a la carne. Cerré la tira de cartón por el doblez superior. Me bajé, y con la mano libre intenté cubrirme el culo, al cual, al perder el contacto con el vinil, lo invadió el frío.
Regresé al cuartito a cambiarme. Fueron cinco metros difíciles de recorrer. Los rostros de todas las personas que habían intervenido en mi procedimiento me miraban con una divertida indiferencia. Mientras repasaba cada uno, agradecí tímidamente las atenciones.
Me metí y me cambié lo más rápido que pude dadas las circunstancias. Introduje el cartoncillo en la bolsa exterior de la mochila y salí.
Una de las enfermeras se ofreció a acompañarme a la salida, Aquí siempre se pierden. Ando corriendo peligro, pero yo voy bendecido Me persigno, cargo un Ángel, lanza flechas, no es cupido. ¿Cómo te sentiste? Soy bandido, no le saco, del peligro bien curtido. Intenta no manejar en por lo menos tres días y no cargar nada pesado por una semana para que no haya problemas. Yo me gano todo donde tú lo ves perdido. Llega a tu casa a descansar y te pones hielo para la inflamación.
Pasaron cinco años desde que la posibilidad de hacerme la vasectomía se instaló en mi mente. El primer intento fue en el Seguro Social. El médico general no quiso pasarme al urólogo. Me dijo que era muy joven y que debía pensarlo bien, que me daría seis meses. En esos meses perdí el trabajo y el seguro.
En el trabajo que tengo en gobierno del estado, increíblemente, no tengo seguridad social, así que fue hasta que me enteré de las campañas gratuitas de vasectomías que retomé este proyecto.
Fue muy sencillo y todas las personas involucradas en el proceso que llevé en el DIF, la gran mayoría mujeres, no pudieron portase más amables ni con mejor disposición. Si bien es verdad que la experiencia de la intervención quirúrgica fue poco ortodoxa, no fue en absoluto desagradable.
Ahora, ya en casa, mientras, acostado ―mi gato Chalino me mira con una mezcla de revancha y condescendencia―, reacomodo la bolsa de hielo, puedo decir, por fin y con total certeza (María Panero dixit): Tengo entre mis piernas al hijo que no nacerá jamás.